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Un niño se deshace de seis peluches para reducir los gastos de su empresa imaginaria

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Hasta ahora, el extraño comportamiento de Raúl divertía a sus progenitores, pero éstos se percataron de que el niño había ido demasiado lejos cuando reunió a seis de sus peluches y los despidió sin el menor miramiento. «No descarto contar con vosotros para proyectos futuros, pero ahora mismo es inviable» dijo el pequeño con cierto cinismo, según los padres. Una vez despedidos, los muñecos recibían un folio en el que Raúl había escrito «Eztas dezpedido grasias por todo lo siento».

«Creemos que Dieguín, el pollito azul, era algo así como el jefe sindical porque Raúl estuvo discutiendo con él durante horas y horas pactando las condiciones. Creo que al final les indemnizó con cinco chuches por año trabajado», explica el padre. Lo grave, según él, es que instantes después de entregarles la carta de despido y las golosinas pactadas, Raúl tiró los peluches a la basura y se comió todas las golosinas.

Los padres de Raúl creen que la criatura ha copiado su comportamiento de la televisión porque cada vez que aparece en algún informativo Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, el niño asiente con la cabeza satisfecho e incluso llega a aplaudir. Según la madre, cuando el pasado martes Zapatero anunció el abaratamiento de los despidos, Raúl estaba de un humor pletórico y empezó a entrevistarse con los pocos peluches que aún tiene en plantilla. «Creo que sólo se va a quedar con uno, el más nuevo. Es una lástima que mi hijo no tenga en cuenta la experiencia de los demás, que probablemente pasen a engrosar puestos de segunda entre la colección de alguno de sus primos, perdiendo la antigüedad», aventura la madre de Raúl.

Aunque parece muy claro que el pequeño mantiene y administra algún tipo de empresa imaginaria de la que él es el único accionista, está por determinar qué tipo de bienes o servicios proporciona. «Tiene muchos camiones de juguete, así que podría ser una empresa de transportes, aunque creo que ahora quiere invertir en hostelería porque no deja de mirar de reojo la cocinita de madera de su hermana. Sospecho que le ha hecho alguna oferta de compra», aclara el padre del niño.

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