«El doctor Pozuelo me extirpó el apéndice, no tengo ningún tipo de dolor y todos mis órganos funcionan como es debido, eso es verdad», admite el paciente. «Sin embargo, saber que tengo el bazo al lado del sobaco no es muy tranquilizador. Ahora me da miedo someterme a otra intervención para que pongan orden. Si algo funciona, no lo toques».
Tras la denuncia de Fermín, otros pacientes del doctor Pozuelo han pasado revisiones médicas. «Casi todos están correctamente, y otros tienen modificaciones muy sutiles», explica uno de los facultativos que ha revisado a los posibles afectados. «Hemos encontrado alguna que otra glándula biliar en los tobillos, algún intestino formando palabras malsonantes… Lo cierto es que la técnica de Pozuelo es algo nunca visto. Lástima que la emplee de esa manera. Sin ir más lejos, es un misterio cómo consiguió meter el estómago en la cabeza de Fermín sin dejar marca. Creemos que pudo hacerlo removiendo mucho».
Al parecer, el doctor Pozuelo ha ido «dejándose llevar» poco a poco, pasando de esas sutiles modificaciones -«modding visceral», las llama él- a reestructuraciones completas. «Cada día hago seis o siete intervenciones de apendicitis y llevo quince años dedicándome a esto. Mi trabajo consiste en curar a la gente y yo lo hago, pero a veces necesito vías de escape», explicaba el cirujano mientras se dirigía a los juzgados. «Mi cuñado es panadero y él de vez en cuando hace barras de pan que recuerdan un poco a un pene. Y a él nadie le chilla ni le amenaza. Los médicos también tenemos derecho a divertirnos. También somos personas».