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Una familia empalmará la cena de Nochebuena con la de Fin de año

NO LO HABÍAN PLANEADO

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Panorámica parcial de la mesa.
Dado que «la idea no es quedarse sentados sino empalmar las dos cenas y hacer un récord o algo» no han dejado de comer en todo el rato, pero no les preocupa que ello pueda perjudicar su estado de salud pues utilizan a turnos una máquina de pedalear que pueden usar aún estando sentados. De este modo, hacen que la comida «baje» y no tengan problemas de circulación. «Se lo íbamos a regalar a la abuela para el día de Reyes pero, como se nos ocurrió lo de empalmar cenas, pues lo hemos sacado. Total, ella no se entera de casi nada y le da todo igual», explica María.

Además de los niños, que no dejan de corretear alrededor de la mesa y de quedarse dormidos encima de los muebles, los que peor lo están pasando son las parejas de los sobrinos adolescentes de Luis y María que, dado que no son de la familia y aún no hay confianza, se limitan a sonreír complacidos y procurando no molestar a nadie. «Sólo llevo dos semanas con mi novia pero me pidió que la acompañara porque todos sus primos tienen pareja ya y no quería quedarse descolgada. Y como aún no hemos pasado a mayores pensaba que iba a ganar algunos puntos… Ahora empiezo a pensar que no merece la pena todo esto por un simple polvo» se queja Juan, el novio de la prima Jennifer, mientras el resto de la familia está entonando un villancico y no puede oírle.

Otro de los inconvenientes con los que se han encontrado los García-Coslada es que los vecinos, a los que tuvieron que pedir sillas supletorias para sentar a los invitados, no han dejado de llamar al timbre quejándose. «No es sólo por las sillas, porque de todas formas mis hijos siempre cenan en el sofá y lo dejan todo lleno de migas», se queja una de las vecinas, «es que se ponen a cantar villancicos a cualquier hora del día, al azar, y encima lo hacen sin ritmo y como jadeando». Y es que el cansancio empieza a hacer mella en los ánimos de los comensales, que ya han abordado todos los temas habituales de las sobremesas: inmigrantes, enfermedades y Belén Esteban.

Ahora mismo, lo que hace peligrar la integridad de la cena hasta que lleguen las campanadas son, precisamente, las uvas. «Yo no las compré porque en principio no estaba planeado», explica María, «y ahora alguien debería ir a comprar, pero estamos discutiendo qué pasa si uno abandona la mesa tanto rato. ¿Seguiría siendo una cena o no? No queremos que luego nos digan que hicimos trampas o algo. He pedido a las vecinas que nos las compren ellas y nos las suban, pero están de un humor de perros. Esta mañana han intentado cortarnos el agua y la luz pero nosotros aguantamos porque lo importante en estas fechas es permanecer juntos».

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