Isabel II, reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y de sus Dominios de Ultramar, podrá alquilarse para despedidas de soltero, fiestas de cumpleaños o cualquier tipo de celebración «que no implique prácticas homosexuales o actividades ilegales», según ha aclarado un portavoz de la monarquía británica. Se trata de un servicio que no tiene precedentes y su objetivo es «acercar la monarquía a la población y sacar beneficio económico de ello en tiempos de crisis». Aunque el precio del alquiler no está al alcance de todos los bolsillos, muchos han optado por darse el capricho con el apoyo económico de amigos y familiares.
«Es una mujer exquisita y discreta, deja que la gente baile y se divierta mientras ella va a su rollo. No le molesta que te le acerques y la toques», explica un joven londinense que se encontró a Isabel II en su casa, sentada delante del televisor, en una fiesta sorpresa que organizaron sus compañeros de trabajo. «Pensé que era una broma de mi colega Brian, que siempre se disfraza, y para devolverle la gracieta me saqué la chorra delante de su jeta. Luego aparecieron todos de detrás del sofá y me dijeron que era la reina de verdad. Lo flipé y ella creo que también», confiesa.
A fecha de hoy, Isabel II ha acudido a tres fiestas de cumpleaños y a una despedida de soltero sin que se hayan producido incidentes reseñables. El alquiler exime a la reina de bailar o actuar para el público, por lo que puede permitirse el lujo de sentarse en un rincón para leer y hacer punto de cruz. «Es una atracción más, no le puedes pedir que sirva las bebidas o haga de DJ. Pero de todos modos vale la pena porque la peña alucina siempre. Al menos, hasta que no se convierta en algo habitual», explica otro joven que asistió a una de las fiestas isabelinas.