Juan Ruiz, santanderino de 22 años, paseaba ayer por la playa de El Sardinero cuando encontró una caracola de mar en la arena. Se la acercó al oído para escuchar el rumor de las olas y lo que percibió fue una retahíla de insultos, a cual más grave. «Primero me pareció oír ‘pero mira que eres moñas’ y miré a mi alrededor por si había alguien gritándome. Pero estaba solo. Volví a acercar la oreja a la caracola y entonces me preguntó ‘¿Te gusta el mar, marica?'» explica el joven. La caracola fue entregada a un experto en fauna marina que acabó rompiéndola «porque dijo cosas muy fuertes sobre mi mujer».
«La caracola de mar ha sido tradicionalmente un símbolo de romanticismo y de paz interior. Al entrar el aire en su estructura hueca, se crea un efecto acústico calmante y parecido al rumor de las olas del mar. Sin duda no era el caso de este ejemplar en concreto. Probablemente haya estado demasiado tiempo fuera del agua y se haya contagiado de la mala leche imperante en tierra» explica la bióloga Cristina Cerveró.
Las playas de Santander se han llenado de curiosos en busca de otras caracolas como la que encontró Juan Ruiz. «Te llevas a una de esas al fútbol, le enchufas un megáfono en el agujero y la diversión está asegurada», declara uno de los santanderinos que recorre la arena para ver si hay suerte.