Los servicios secretos no pudieron impedir que ayer por la tarde dos perros se olisquearan el ano mútuamente en presencia de Isabel II de Inglaterra. Lo hicieron, además, muy cerca de las dependencias de la monarca, que por su reacción parece que ignoraba que los canes llevan a cabo habitualmente esta práctica. Tras la escena, la reina quiso regresar a sus aposentos para recuperarse pero antes dejó claro que «es lo más desagradable y degradante que he visto nunca, representa un fracaso en la educación de estos animales y cuestiona las leyes básicas de la naturaleza».
Aunque el rumor no ha sido confirmado oficialmente, se dice que un miembro del séquito de Isabel II fue despedido al indicarle a la reina que es normal que los perros se huelan el ano y que incluso lleguen a comer excrementos. El apunte podría haber incomodado especialmente a la primogénita del Duque de York, que supuestamente habría besado en el morro a uno de los animales antes de que tuviera lugar el suceso que motivó el escándalo.
La veracidad de esta información ha cobrado fuerza esta mañana, cuando la monarca ha emitido un comunicado en el que insta «a todos los ingleses civilizados a luchar para que los animales hagan un uso decente de su aparato digestivo y, concretamente, del ano. No puede llamarse inglés quien reste impasible al contemplar a un animal comiendo sus propias deposiciones o, peor aún, las de otro. Inglaterra debe entender que un animal es un ser salvaje y que es nuestro deber enseñarle qué se puede hacer con el ano y qué no se puede hacer».