«Al despegar se oyó como un resorte, algo mecánico y como peligroso y del más allá», explica una pasajera del vuelo. «Todos nos asustamos pensando que había sido el fuselaje, pero luego empezó a oler mal y todo el mundo se dio cuenta de que la cosa había sido, digamos, un error humano».
Según el relato de varios testimonios, el desliz de Javier Pasiego tuvo lugar justo al despegar. Cuando a causa del olor empezaron a oírse murmullos, Pasiego fingió no conocer a su propia esposa y, levantándose de su asiento, la señaló gritando «qué poca vergüenza, señora, y encima en un avión, que aquí la gente come y duerme y estamos todos muy pegados». Luego solicitó a la tripulación que le cambiaran de sitio o bajaran la ventanilla. Su mujer, mientras tanto, estaba tan desconcertada por la traición de su esposo que no pudo reaccionar. A punto estuvo de reconocer la ventosidad como suya.
«Teníamos unos días de vacaciones que nos reservamos para ir a Berlín. Ha comido cada día chocroute, así que supongo que aquello ha ido acumulándose y el señor ha tenido que soltarlo en el avión. Pero eso no me importa porque le quiero, lo que no puedo consentir es que me acuse a mí y encima poniéndose de pie y chillando y señalando con el dedo. Incluso sugirió que me dieran un paracaídas», dice la mujer. «Lo fuerte es que el resto de pasajeros le creyó. ¿Desde cuándo las chicas hacen cosas así?».