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«Me salto los semáforos en rojo para sentirme joven»

LOS ALMUERZOS DE EMT

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Marcelo lleva veinte años trabajando para la misma empresa. Poco a poco, su agresividad empresarial -que le ha granjeado no pocos enemigos- le permitió pasar de ser un simple comercial a apropiarse de la mayor parte de las acciones de la compañía, convirtiéndola en la multinacional que es hoy. «Y entonces, cuando has despedido y contratado a tanta gente, cuando lo único que tienes en mente es comprar y deglutir pequeñas empresas… ocurre el milagro: te ves a ti mismo convertido en un apacible y aburrido señor mayor que siempre hace lo correcto».

El entrevistado empezó a percatarse de que estaba desperdiciando su vida en las constantes visitas a sus fábricas de Tailandia: «Ves a todos esos niños trabajando… Toda esa energía, esas ganas, esa capacidad para aguantar el sueño y la presión. Y entonces piensas que tú no supiste aprovecharlo en su momento».

«Quiero hacer locuras, estoy harto de ser el típico buen tipo que siempre sigue las normas y no hace nada malo» dice mientras intenta robarle una patata al cliente de al lado.

Para él, el punto de inflexión ocurrió cuando, en un cruce, tuvo que esperar durante diez minutos a que una anciana cruzara. Levantó entonces la vista y vio en un anuncio el lema de Nike, «Just do it». Y aceleró. «Y me sentí joven otra vez. Joven y loco y dispuesto a todo», afirma. Y así ha seguido comportándose hasta que la semana pasada le fue retirado el carné de conducir.

Tener a cientos de niños chinos trabajando para ti te hace apreciar la juventud.

Marcelo opina que las autoridades deberían ser permisivas con los hombres maduros que sólo buscan un poco de evasión: «Francisco Camps, por ejemplo. ¿Usted cree que necesita que alguien le pague los trajes? Es un hombre poderoso, si lo hace es porque, para él, eso es un chispazo de juventud. Una manera de decir ‘aquí estoy yo, soy el rey del mundo, mirad qué salvaje soy’, pero sin hacer daño a nadie. Es como cuando tienes 13 años y empiezas a fumar para parecer sofisticado o como cuando despides a todos los trabajadores de tus fábricas que se atreven a apoyar una huelga».

«Es que estoy súper loco. Siento que no puedo parar. Lo del semáforo fue sólo el principio. El otro día en un Decathlon me estaba probando unas chirucas y salí corriendo con una de ellas puesta. Y allí estaba yo, saltando entre las estanterías con un zapato de mil euros en el pie derecho y una bota de montaña en el izquierdo». Ni siquiera hizo falta que un guardia de seguridad le placara, porque se pisó los cordones y cayó de bruces en la moqueta. «Valió la pena», confiesa mientras intenta animarme a robarle el bocadillo al mismo tipo al que le ha estado sustrayendo patatas durante toda la comida.

Y pienso en todo lo que me ha explicado mientras corremos por el centro comercial después de hacernos con la comida de nuestro compañero de mesa. Entre los insultos del perseguidor y los gritos de Marcelo Juanmayor -que exclama «Just do it! Just do it!»- yo también me siento realmente vivo y joven.

Pans & Company.

– Bocata Mediterráneo.
– Bocata Mallorquín.
– Patatas de otro.

Total: no se pagó la cuenta.

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