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Estornuda y se seca la mano en la cabeza de un niño

"SE LO CAMELÓ Y LUEGO LO USÓ DE PAÑUELO" DICE LA MADRE

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Un bar londinense fue testigo ayer de un pequeño altercado provocado por Carl Lethem, un jubilado que se encaprichó de un niño de la mesa de al lado «haciéndole cucamonas como un abuelo amable hasta que luego descubrimos por qué», dice la madre de la criatura. Lethem, aquejado de una leve congestión nasal, estornudó en repetidas ocasiones y, finalmente, aprovechó la complicidad establecida con el pequeño Brian, de dos años de edad, para secarse la mano en su cabeza.

La madre de la víctima recuerda que «al principio el viejo ni se fijó en mi hijo, iba a la suya. Pero luego empezó a estornudar, pidió una servilleta o un pañuelo de papel al camarero pero, como el bar estaba lleno de gente, imagino que no llegó a traérselo. Y entonces es cuando empezó con su estrategia hipócrita».

Uno de los camareros del establecimiento, que confirma la versión de la madre, asegura que el agresor fue reprendido duramente por varias personas «que no usaron la fuerza física contra él porque estaba el niño delante». Se le insultó, eso sí, hasta que tuvo que abandonar el local.

Afortunadamente, la criatura no vivió el acontecimiento como una agresión, aunque su madre sí llegó a sentir asco. «Es duro que tu propio hijo te provoque arcadas. Al llegar a casa le mojamos la cabeza con una manguera porque ni siquiera me vi capaz de frotársela ni de acercarme mucho».

Según la psicóloga infantil Roberta Blendie, «muchas estrategias afectivas están diseñadas para un uso pragmático y egoísta. No es raro que un adulto le haga la pelota a un niño para que vaya a comprar el periódico, le traiga una cerveza o le rasque la espalda. A veces incluso se le prometen regalos o recompensas. Lo raro es que esta estrategia provenga de un extraño, pero si tenía muchos mocos es comprensible. El niño era lo que tenía más a mano».

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