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«Alquilo mis oídos como solución de almacenaje»

LOS ALMUERZOS DE EMT

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«Cuando me dijeron que me quedaría sordo quise suicidarme», explica tranquilamente mientras el camarero le pregunta una y otra vez qué va a tomar. Y es que Jackson aún oye, pero muy poco y cada vez menos. Cuando le señalo al camarero con un gesto, se gira y le pide unas tortitas. No tienen, pero a él no le importa. Saca un «tupper» con tortitas de su oído izquierdo y pide que se las calienten. Luego extrae también una jarra de sirope de alce y unos cubiertos. Cuando el camarero vuelve, la mesa ya está casi puesta. Ronald está terminando de arreglar un centro floral que también llevaba encima. O dentro, más exactamente.

El incidente nos permite empezar a hablar de su historia, que es una auténtica lección de vida. «Odié a mis oídos durante meses, tanto que empecé a maltratarlos. Iba a bares y apostaba a que era capaz de introducir en ellos dos litros de cerveza o un servilletero o lo que fuera», confiesa. Pronto, sus amigos empezaron a pedirle que les guardara cosas que querían esconder: regalos, muñecas hinchables, documentos comprometedores… y ahí Jackson vio un filón de negocio. Ahora asegura que guarda muchísimas cosas en sus oídos, pero es un profesional y se niega a confesar cuántas ni de qué tipo. «No sólo guardo objetos de otros», dice, «ahora mismo llevo casi todas mis pertenencias encima».

«Son muchos los que no lo entienden y creen que se están aprovechando de mí. ¿Pero yo para qué quiero mis oídos? No son más que un agujero inútil. Ahora tengo un plan de futuro, una motivación para vivir. Ofrezco un servicio único en el mundo. Un servicio que, curiosamente, está funcionando gracias al ‘boca-oreja'», se justifica orgulloso.

Aunque Jackson conserve un poco de oído, los médicos le han dicho que si sigue alquilando sus tímpanos para guardar cosas de otros se quedará sordo del todo y, lo que es peor, no descartan lesiones cerebrales. A él le da igual. «Prefiero que en mis oídos entre la ropa de invierno de una mujer mayor que la mejor sinfonía del mundo» dice con media sonrisa mientras se saca del oído un papel de fumar.

«Si por ejemplo fuera manco o me faltara un dedo, me haría instalar un encendedor en el muñón y me ganaría la vida con eso, acompañando a gente que no encontrara nunca el mechero. Y yo les encendería el cigarro y podría guardar el tabaco en el oído. O incluso podrían echarme el humo en la oreja para poder fumar en espacios cerrados». Jackson mira al techo, soñador, y sus ojos revelan la ambición de sufrir un accidente que le permita llevar a cabo esta nueva línea de negocio.

La isabelina

– Dos raciones de tortitas con sirope de arce.
– Un batido de plátano.
– Una hamburguesa.

Total: cortesía del entrevistado.

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