Una chispa en un granero originó ayer en Cedar Falls (Iowa) un espectacular incendió que tuvo, afortunadamente, consecuencias óptimas para la población. «Nos temimos lo peor porque estaba todo destrozado, lleno de cenizas y cadáveres por todas partes. Sin embargo, cuando hicimos balance de las víctimas y de los supervivientes, vimos que la gente ‘guay’ se había salvado y que, en cambio, habían muerto varios desgraciados y gente vaga y anónima» explica uno de los bomberos que se enfrentó al fuego durante más de dieciocho horas. Jon Crews, alcalde de Cedar Falls, se ha referido al poder purificador del fuego y, aunque ha advertido que las tareas de reconstrucción tardarán meses en finalizar, ha añadido que «ahora somos todos gente feliz, positiva, que no va por ahí quejándose de todo y, por todo ello, creo que pronto volveremos a estar en plena forma y encima mucho mejor que antes».
«Ahora se abre ante nosotros un futuro excitante. Como toda nuestra ropa huele a humo, tenemos que ir de compras y renovar vestidos, vajillas, muebles y todo será nuevo y caro. No me extrañaría que pronto viniera gente de fuera a aprovecharse de la situación, es lo único que me da miedo» explica Christine Fletcher, una de las habitantes de Cedar Falls que se salvó de la muerte apagando las llamas con un gato «que ya estaba muy viejo».
Desde otras poblaciones vecinas, donde aún quedan perdedores, se ha acusado a las autoridades de Cedar Falls de «salvar sólo a los pijos sin atender a las llamadas de auxilio de los feos y de todo el sector servicios», en palabras del alcalde de Evansdale. Los supervivientes del incendio niegan tal cosa y sostienen que los reproches proceden de la envidia y el rencor de los desgraciados que aún quedan en el mundo.