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«A los tres años ya llevaba peluquín»

LOS ALMUERZOS DE EMT

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Su nombre es Hans Hells pero se hace llamar «el nuevo rey del peluquín», aunque ni siquiera él mismo sabe quién fue el viejo. Lo que tiene muy claro es que las prótesis capilares han sido demonizadas por la sociedad pero tienen mucho que aportar a la estética contemporánea. «El peluquín es chic si se lleva con estilo. Los jóvenes, cuando se liberen de prejuicios, lo ensalzarán como hicieron con el piercing o el tanga». Hells sabe que la suya es una carrera de fondo que implica sacrificios. «Era el mejor peluquero de Cincinnati y me despidieron por mis ideas revolucionarias. Soy el Copérnico de los salones de belleza».

El pequeño Hans Hells.

Él mismo eligió el restaurante en el que tendría lugar el almuerzo: «Il bello púbicco», un italiano gay regentado por un amigo suyo. «Este será el primer restaurante de España en el que no se podrá entrar sin peluquín, ya lo verás. Estoy reuniendo fondos para montar uno en Cincinnati». Mientras devora su merluza gay -aderezada con una salsa de color rosa chillón- me cuenta que para usar prótesis de pelo no es necesario ser calvo. «Igual que no nos conformamos con el color original de nuestra cabellera y nos la teñimos de rubio o de color caoba, tampoco tenemos por qué mantener el pelo que Dios nos ha dado si no nos gusta. Y no por llevar peluquín iremos disfrazados o daremos la nota. Los bebés sin pelo son una cosa bastante repugnante y monstruosa, si se piensa bien. Igual que los vestimos con pijamitas muy monos, también podemos plantarles un buen peluquín en la cabeza, aunque sea con la forma de Mickey Mouse».

Hans Hells hoy en día, con uno de sus innovadores peluquines.
Hans Hells hoy en día, con uno de sus innovadores peluquines.

Hells se levanta varias veces para ir al baño -«tengo la próstata hinchada como los huevos de un toro», reconoce- y siempre que regresa lo hace con un peluquín distinto. «¿Lo ves? Puedes redefinir tu aspecto al momento. Las modas son fugaces, la gente se cansa de las cosas y cada dos días tiene un iPod nuevo. El peluquín te permite ponerte en la piel de un rockero, de un galán del cine, de un emo, de un antisistema, llevas todos los looks en el bolsillo y los alternas como las carcasas del móvil. Si esto no triunfa entre los jóvenes es porque faltan unos cuantos tipos como yo en este mundo». Lo dice con su peluca de Abraham Lincoln y con ella sus palabras cobran una inusitada solemnidad. La gente se gira y escucha atenta. Y Hells se crece. «Llevo peluquín desde los seis años y no soy un perdedor. Yo decido mi aspecto, yo decido mi personalidad, mi cabeza es mía y soy dueño de mi pelo». La gente aplaude y uno de los comensales, ya entrado en la cincuentena, se levanta y exclama: «¡Guapa!». Hells saluda con su servilleta de color fucsia y se concentra acto seguido en su merluza gay. Yo hago lo propio con los espárragos lubricados, no sin cierto esfuerzo e intentando pensar en otra cosa.

Il bello púbicco

– Espárragos lubricados con salsita de «oh, uh».
– Merluza gay con coulís de cucú.
– Rabo de toro «comme il faut».
– Helado de miel con tontoncitos de piticlús.
– Crêpe de amor.

Total: 102 €.

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