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«Ellos protestan, yo hago el trabajo sucio»

ROBERTO ROJAS TOMA APUNTES PARA MILES DE ALUMNOS

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Acaba de salir de la clase de Bioquímica y tiene que cruzar todo el campus en diez minutos para llegar al edificio de Ingeniería Naval. «Si no, no me dejan entrar en el aula. Aunque sea el único», explica casi sin aliento mientras recorre a toda prisa las instalaciones de la Complutense. Roberto Rojas es el único alumno que ha asistido hoy a clases. Y no sólo a las suyas, sino a las de miles de compañeros. «Lo que más me cuesta es la matemática, porque soy de letras. Pero lo apunto todo tal cual lo escribe el profesor en la pizarra y el interesado imagino que ya lo comprenderá. Si me preguntan algo improviso, más no puedo hacer. Y luego, cuando llego a casa, me espera lo más duro: pasarlo todo a ordenador para enviarlo por correo electrónico, no vaya a ser que los chavales tengan que gastar dinero en fotocopias». Se muestra un tanto resentido, pero asegura que es por el estrés del momento. «Después se me pasa. Aunque nadie lo agradezca, sé que de mí depende en gran parte el rendimiento académico de mucha gente» afirma mientras recoge los papeles que se le han caído al suelo al tropezar con una papelera.

«Responde al típico perfil del empollón y eso marca mucho. Por suerte, parece que aguanta bien la presión» asegura Carlos Berzosa, rector de la UCM. Efectivamente, Rojas debe soportar las críticas e incluso las agresiones puntuales de quienes están en contra de su labor. «Algunos dicen que los profesores imparten la clase sólo con que asista un alumno, y creen que la suspenderían si no acudiera nadie. Pero eso depende mucho del profesor y no nos podemos arriesgar a que se decida dar la materia por explicada, eso sería terrible» reflexiona Roberto. Respecto a las agresiones, revela auténticas atrocidades que insiste en minimizar: «lo típico es el ‘rompenueces’. Ya sabes, te levantan entre unos cuantos, te abren de piernas y te empotran la entrepierna contra una farola. Por supuesto, todo eso después de que les hayas pasado los apuntes». Aunque acaba el día absolutamente derrotado, sabe que a la mañana siguiente le espera la efímera pero intensa sensación de saberse protagonista: «la gente llega después de las manifestaciones y lo primero que hace es preguntar por mí. En estos momentos te sientes alguien especial, a mí me compensa. Además siempre insisto en no victimizar, porque sé que los que salen a la calle a enfrentarse a la autoridad también arriesgan. Un compañero mío se ha declarado en huelga de marihuana y habría que verle, no se tiene en pie».

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